FERIA DEL LIBRO 2025: Un espacio para sumergirse en la literatura.

El pasado mes de abril, un grupo de 25 estudiantes de bachillerato del Gimnasio Campestre La Fontana emprendió una travesía educativa que, más que una salida pedagógica, se convirtió en una experiencia vital. Fue uno de esos días en los que el aprendizaje se vive fuera del aula, en contacto directo con el mundo, con sus voces múltiples, sus relatos diversos y las infinitas formas en las que el conocimiento se encarna. Su destino fue la capital del país, Bogotá, escenario de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), una cita cultural que año tras año reúne a lectores, autores, editoriales y soñadores de todo el continente.

Desde el primer instante, el contraste entre Villavicencio y Bogotá marcó la pauta del viaje. La calidez del Llano, con sus paisajes abiertos y su ritmo apacible, dio paso al bullicio cosmopolita de una ciudad que vibra entre andenes, neblina y edificios, y que durante estas jornadas se transforma en un universo de letras, ideas, idiomas y emociones. Bogotá, con su arquitectura diversa y su clima impredecible, recibió a los visitantes con una promesa clara: en cada pabellón, más allá de los libros, los esperaba una chispa de inspiración, un encuentro, un descubrimiento.

Este año, el país invitado de honor fue España. Y aunque no era necesario resaltarlo a cada paso, su presencia fue evidente en los acentos que llenaban las salas, en los colores de los afiches y en la calidez de los autores que cruzaron el Atlántico para compartir sus historias. Para muchos estudiantes, fue el primer acercamiento consciente a una literatura con la que compartimos idioma. Descubrieron que la lengua puede ser puente, pero también espejo de otras formas de ver el mundo.

Durante la jornada, los estudiantes recorrieron los pabellones de Corferias como quien se sumerge en un mundo encantado: un lugar donde cada stand ofrecía una puerta abierta hacia universos distintos. Fue un viaje sensorial en el que el olor a tinta nueva se mezclaba con el murmullo de lectores curiosos y el colorido de cada pabellón. Hojear libros desconocidos, reencontrarse con autores queridos o simplemente dejarse llevar por una ilustración inesperada fueron pequeñas aventuras que dieron forma al día.

Uno de los momentos más significativos fue al instante de elegir sus propias lecturas que, sin duda, fue de lo más emocionante. Con corazones entusiastas y miradas maravilladas, algunos estudiantes buscaron títulos previamente elegidos otros se dejaron sorprender por novedades editoriales, pero todos compraron libros que hoy reposan en sus escritorios como trofeos de papel. Adquirieron novelas de ciencia ficción, sagas juveniles, literatura latinoamericana, obras inspiradas en sus series favoritas y hasta obras periodísticas de casos seriales del país. Algunos llevaron también separadores, stickers, pines, llaveros o cuadernos, pequeños recuerdos de una feria que va más allá del comercio de libros: es una fiesta del pensamiento.

Pero lo más valioso no se llevó en las bolsas, sino en la memoria y en el pecho. Esta experiencia les permitió comprender que leer no es solo una obligación escolar: es una forma de comprender el mundo, de cuestionarlo y de soñar otros posibles mundos. Aprendieron que las ideas pueden viajar, cruzar fronteras, sembrar dudas, despertar vocaciones. Que la lectura, lejos de ser una actividad solitaria, puede ser un acto de comunidad, de diálogo, de transformación.

También entendieron que la cultura no vive en las vitrinas, ni está reservada para unos pocos. Se dieron cuenta de que está viva, que se mueve, que se encuentra en los espacios donde las personas comparten historias, preguntas, búsquedas. Y que ellos, como lectores, también tienen una voz en esa conversación colectiva.

Al regresar a Villavicencio, los estudiantes del Gimnasio Campestre La Fontana no solo volvieron con libros en sus mochilas, sino con nuevas preguntas, perspectivas renovadas y, sobre todo, con el deseo genuino de seguir leyendo, escribiendo y explorando, porque un día en la FILBo no solo abre las puertas a otros mundos: también planta la semilla de futuros escritores, ilustradores, periodistas, críticos y lectores apasionados que este país y el mundo tanto necesita.