Una mirada desde la salida académica al Bioparque Los Ocarros
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Actualizado: hace 2 días

El pasado mes de julio, los estudiantes de grado décimo del GCF participaron en una salida académica al Bioparque Los Ocarros, ubicada en Villavicencio, como parte del curso de Sistemas Ambientales y Sociedades. Esta experiencia buscó promover el aprendizaje significativo a partir del contacto directo con la biodiversidad de la Orinoquía y el análisis de estrategias de conservación de especies amenazadas.
A lo largo del recorrido, guiado por profesionales del parque y especialmente enriquecido por la charla de la Médica Veterinaria, los estudiantes observaron especies que forman parte del patrimonio faunístico de nuestra región. Muchas de estas especies se encuentran en el Bioparque como parte de una estrategia de conservación ex situ, ya que por diversas razones no pueden regresar a su hábitat natural: heridas permanentes, tráfico ilegal, pérdida de territorio o contacto prolongado con humanos. Esta realidad dejó una profunda reflexión: la conservación no es solo un asunto ambiental, sino también ético, social y educativo.
Según la Corporación Autónoma Regional del Meta (Cormacarena), al menos diez especies de fauna silvestre en el departamento se encuentran en algún nivel de amenaza. Entre ellas se encuentran el oso palmero (Myrmecophaga tridactyla), el paujil copete de piedra (Pauxi pauxi), la nutria gigante (Pteronura brasiliensis) y el jaguar (Panthera onca) [Cormacarena, 2024]. Estas especies no solo cumplen funciones clave en los ecosistemas, sino que también enfrentan graves riesgos por la deforestación, la expansión agrícola y el comercio ilegal de fauna.
Durante la salida, los estudiantes aplicaron herramientas como la Lista Roja de la UICN, clasificaron especies según su estado de conservación y reflexionaron sobre la importancia de la conservación in situ, llevada a cabo en áreas protegidas como los Parques Nacionales Naturales, en contraste con la labor del Bioparque.
Más allá de los conocimientos adquiridos, esta experiencia fomentó habilidades de investigación, pensamiento crítico, interpretación de datos y comunicación científica. Sin embargo, la lección más importante fue una invitación a actuar: entender que cada miembro de la comunidad educativa tiene un rol en la protección de nuestra biodiversidad.
Como institución formadora, debemos fortalecer en nuestros estudiantes y familias el respeto por la vida silvestre. No basta con conocer las especies: es necesario sensibilizarnos, cuestionar nuestros hábitos de consumo, rechazar el tráfico de fauna y promover la restauración de ecosistemas. El contacto directo con la naturaleza, mediado por experiencias educativas como esta, nos permite transformar la indiferencia en compromiso.
El Bioparque Los Ocarros, más que un lugar de exhibición, es un espacio de reconciliación entre humanos y naturaleza. Y los jóvenes que hoy lo recorren con interés y conciencia pueden ser los líderes que mañana defiendan activamente la vida silvestre del Meta y de Colombia.
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